Acuario es un signo complejo gobernado por los planetas, Saturno y Urano.
En griego Ouranossignifica “cielo tachonado de estrellas o firmamento estrellado”. y es el Padre de los Cielos, que como hemos visto en el mito del signo de Capricornio, se horrorizaba de los hijos que engendraba con Gaia, la Madre Tierra.
Los Gigantes, Cíclopes y Titanes Terrestres eran belicosos, grotescos, monstruosos y ofendían su ojo estético, por lo que eran desterrados a las entrañas, a las profundidades del mundo subterráneo.
Es la misma Gaia quien incita a sus hijos a rebelarse. Es Cronos-Saturno, un Titán y su hijo favorito, el que acepta el reto y con su ayuda, castra a Urano. Echa los genitales al océano y de ellos, envuelta en blanca espuma, nace la bella diosa Afrodita, quien en sí misma combina la sensualidad de los Titanes Terrestres con el esteticismo de su padre, el Dios del Cielo.
Este rechazo por lo tosco, lo instintivo parece que subyace en la personalidad acuariana siendo posiblemente el motor de sus incesantes esfuerzos por reformar y redimir a la humanidad.
Pero para comprender el patrón mítico de Acuario tendremos que ahondar en la historia del Titán Prometeo cuyo nombre significa “pre visión” “el que ve más adelante”. Según algunas versiones, era hijo del Titán Japeto y tenía un hermano llamado Epimeteo o “el que aprende sólo por los hechos”, representando así las dos cualidades opuestas del espíritu humano.
La clarividencia de Prometeo le permite conocer de antemano el resultado que tendría la rebelión de Zeus en contra de su padre Cronos, por lo que a pesar de ser un Titán, se alineó al lado de Zeus.
Prometeo asiste al nacimiento de la diosa Atenea, que surge de la cabeza de su padre Zeus, convirtiéndose en su protegido. La diosa de la sabiduría le enseña arquitectura, astronomía, astrología, matemáticas, geometría, navegación, medicina y otras artes prácticas que él enseñó a los mortales.
En las versiones más antiguas del mito se dice que es Prometeo, con el consentimiento de la diosa Atenea, quien crea al ser humano. Modela con arcilla y agua una figura similar a los dioses a la que Atenea les insufló vida. A medida que va pasando el tiempo los humanos empezaron a desarrollar sus talentos y poderes, lo que despierta la ira de Zeus, quién quiere destruirlos. Las súplicas de este Titán lo impidieron.
Prometeo y Zeus están en continua pugna con respecto a la evolución humana. Prometeo manifiesta de muchas maneras su descontento con la tiranía de Zeus. En cierta ocasión, hubo una disputa en el reparto de las porciones de un buey sagrado ofrecido en sacrificio: qué correspondía a los dioses y qué a los mortales. Prometeo desolló al animal y con su pellejo hizo dos bolsas colocando en una de ellas la exquisita carne escondida detrás de las vísceras y en la otra los huesos cubiertos con una apetitosa capa de grasa. A continuación deja a Zeus que elija primero. El dios fácilmente burlado toma la que contiene los huesos y furioso por el engaño, castiga a Prometeo negando a los humanos el fuego para cocinar la carne. Es entonces que Prometeo, guiado por Atenea, va al Olimpo, se acerca al ígneo carro del sol, roba una chispa del fuego solar y la esconde en el hueco de un tallo de hinojo para bajar a la tierra y dárselas a los humanos.
Por su parte, Zeus que clama venganza, le ordena a Hefesto, el forjador divino, que modele una mujer. Le dieron de nombre Pandora, los Cuatro Vientos le insuflaron vida y todos los dioses la colmaron de regalos que fueron puestos en una caja. Cuando todo estuvo listo, Zeus la envía de regalo a Epimeteo, pero éste la rechaza pues había sido alertado por su hermano para que no aceptara ningún presente de Zeus.
Epimeteo estaba alarmado por el tormento de Prometeo a quién Zeus había encadenado desnudo a una empinada roca en el Monte Cáucaso, condenado a que un águila desgarrara su hígado durante el día para que durante la noche se recompusiera, así año tras año. Ante esto acepta a Pandora y se casa con ella. Pandora que guardaba consigo la caja que le habían dado, desoye la advertencia de no abrirla y al hacerlo salen todos los infortunios que desde entonces afligen a la humanidad: senectud, enfermedad, locura, vicio, pasión. También la caja de Pandora contenía la Esperanza que evita el suicidio colectivo ante tal desastre.
Es Herakles o Hércules quien intercede por Prometeo consiguiendo que Zeus permita su liberación, siempre que un inmortal acceda a descender al Tártaro renunciando así a su inmortalidad. Esto con la condición de que en lo sucesivo Prometeo lleve siempre una corona de hojas de sauce en la cabeza y un anillo en el dedo.
Herakles también intercedió a favor del Centauro Quirón, quien sufría por una herida incurable; Zeus acepta el intercambio de lugares. Así es que, luego de nueve días, Quirón finalmente muere y Zeus lo inmortaliza elevándolo a los cielos en la forma de la Constelación del Centauro.
Prometeo es liberado llevando el anillo de hierro como recordatorio de la ofensa cometida contra los dioses y del atormentado período de su encadenamiento. La corona de hojas de sauce, árbol asociado a la muerte, es una imagen de la aceptación de la mortalidad.
Cuando comenzamos a analizar este mito nos encontramos con que Prometeo redime al ser humano de la oscuridad: roba el fuego de la conciencia para traspasarnos el poder divino de crear y trascender.
La constante pugna entre Prometeo y Zeus parece sugerir la colisión entre el impulso hacia la conciencia y el impulso hacia la inconsciencia. Esta tensión permanente crea sufrimiento, pues desde el punto de vista humano, Prometeo sería un héroe, pero desde el punto de vista de los dioses, cometió un crimen, un pecado.
En la antigua correlación astrológica-fisiológica, el hígado es el órgano de Zeus-Júpiter y el águila de Zeus destruye aquella parte del cuerpo humano que se relaciona con el mismo Zeus. Esta peculiar ambivalencia de símbolos parece indicar que, a través del conocimiento, el hombre roba el fuego creativo de los dioses, quienes se vengan con el dolor de la soledad. El dios castiga a Prometeo precisamente en aquel aspecto que simboliza su fe en sí mismo, en su poder creador, en su autorrealización.
Todos los campos del quehacer acuariano tradicional, ciencia, invención, bienestar social, psicología e incluso astrología, están marcados con esa soledad que es el precio que se debe pagar por ofender a Zeus. Pero la soledad también es el motor secreto que impulsa al individuo a que ayude a otros ya que, a través de esa relación de ayuda, alivia parcialmente su aislamiento.
Prometeo es el daimon o la fuerza interior del impulso cultural, es el arquetipo del instinto que lleva al hombre a ir más allá de su origen animal aproximándose a lo divino.
Si bien Zeus hubiera podido destruir a Prometeo, le permitió seguir viviendo pues el Titán tenía algo que él necesitaba: conocer su futuro. Es decir el ego y el inconsciente mantienen una relación ambivalente, son enemigos pero dependen uno del otro.
Zeus y Prometeo descienden de la misma semilla – Urano– el Padre del Cielo – pero pertenecen a estirpes diferentes.
Zeus es “aéreo” mientras Prometeo es “terrestre”.
Uno está emparentado con el espíritu, el otro está emparentado con el mundo. Sus naturalezas son distintas pero su importancia es igual y supone una relación de equilibrio no exenta de peligros.
En síntesis, pareciera ser éste el profundo tema que subyace en la personalidad acuariana: su hondo miedo a lo irracional y su frecuente tendencia a la represión de todo lo terrestre, todo lo biológico, lo animal o instintivo de la vida, simbolizado en la Madre Tierra.
Por su parte, Zeus que clama venganza, le ordena a Hefesto, el forjador divino, que modele una mujer. Le dieron de nombre Pandora, los Cuatro Vientos le insuflaron vida y todos los dioses la colmaron de regalos que fueron puestos en una caja. Cuando todo estuvo listo, Zeus la envía de regalo a Epimeteo, pero éste la rechaza pues había sido alertado por su hermano para que no aceptara ningún presente de Zeus.
Epimeteo estaba alarmado por el tormento de Prometeo a quién Zeus había encadenado desnudo a una empinada roca en el Monte Cáucaso, condenado a que un águila desgarrara su hígado durante el día para que durante la noche se recompusiera, así año tras año. Ante esto acepta a Pandora y se casa con ella. Pandora que guardaba consigo la caja que le habían dado, desoye la advertencia de no abrirla y al hacerlo salen todos los infortunios que desde entonces afligen a la humanidad: senectud, enfermedad, locura, vicio, pasión. También la caja de Pandora contenía la Esperanza que evita el suicidio colectivo ante tal desastre.
Es Herakles o Hércules quien intercede por Prometeo consiguiendo que Zeus permita su liberación, siempre que un inmortal acceda a descender al Tártaro renunciando así a su inmortalidad. Esto con la condición de que en lo sucesivo Prometeo lleve siempre una corona de hojas de sauce en la cabeza y un anillo en el dedo.
Herakles también intercedió a favor del Centauro Quirón, quien sufría por una herida incurable; Zeus acepta el intercambio de lugares. Así es que, luego de nueve días, Quirón finalmente muere y Zeus lo inmortaliza elevándolo a los cielos en la forma de la Constelación del Centauro.
Prometeo es liberado llevando el anillo de hierro como recordatorio de la ofensa cometida contra los dioses y del atormentado período de su encadenamiento. La corona de hojas de sauce, árbol asociado a la muerte, es una imagen de la aceptación de la mortalidad.
Cuando comenzamos a analizar este mito nos encontramos con que Prometeo redime al ser humano de la oscuridad: roba el fuego de la conciencia para traspasarnos el poder divino de crear y trascender.
La constante pugna entre Prometeo y Zeus parece sugerir la colisión entre el impulso hacia la conciencia y el impulso hacia la inconsciencia. Esta tensión permanente crea sufrimiento, pues desde el punto de vista humano, Prometeo sería un héroe, pero desde el punto de vista de los dioses, cometió un crimen, un pecado.
En la antigua correlación astrológica-fisiológica, el hígado es el órgano de Zeus-Júpiter y el águila de Zeus destruye aquella parte del cuerpo humano que se relaciona con el mismo Zeus. Esta peculiar ambivalencia de símbolos parece indicar que, a través del conocimiento, el hombre roba el fuego creativo de los dioses, quienes se vengan con el dolor de la soledad. El dios castiga a Prometeo precisamente en aquel aspecto que simboliza su fe en sí mismo, en su poder creador, en su autorrealización.
Todos los campos del quehacer acuariano tradicional, ciencia, invención, bienestar social, psicología e incluso astrología, están marcados con esa soledad que es el precio que se debe pagar por ofender a Zeus. Pero la soledad también es el motor secreto que impulsa al individuo a que ayude a otros ya que, a través de esa relación de ayuda, alivia parcialmente su aislamiento.
Prometeo es el daimon o la fuerza interior del impulso cultural, es el arquetipo del instinto que lleva al hombre a ir más allá de su origen animal aproximándose a lo divino.
Si bien Zeus hubiera podido destruir a Prometeo, le permitió seguir viviendo pues el Titán tenía algo que él necesitaba: conocer su futuro. Es decir el ego y el inconsciente mantienen una relación ambivalente, son enemigos pero dependen uno del otro.
Zeus y Prometeo descienden de la misma semilla – Urano– el Padre del Cielo – pero pertenecen a estirpes diferentes.
Zeus es “aéreo” mientras Prometeo es “terrestre”.
Uno está emparentado con el espíritu, el otro está emparentado con el mundo. Sus naturalezas son distintas pero su importancia es igual y supone una relación de equilibrio no exenta de peligros.
En síntesis, pareciera ser éste el profundo tema que subyace en la personalidad acuariana: su hondo miedo a lo irracional y su frecuente tendencia a la represión de todo lo terrestre, todo lo biológico, lo animal o instintivo de la vida, simbolizado en la Madre Tierra.
En Mitologia también se habla de Ganímedes, el Aquarius mitológico, es el más bello de los mortales. Zeus, transformándose en águila, lo tomó en sus garras y lo subió a los cielos encargándole allí el oficio de copero del néctar de los dioses (intuición). El águila indica transmutación e ideales. Gamínedes impuso a Zeus la exigencia de que su cántaro nunca quedara vacío y se llenara constantemente de los depósitos del Olimpo. En esoterismo Ganímedes es el Hijo del Hombre, la raza (que ya se va gestando) de la era del Acuario para formar el llamado Quinto Reino Universal.
Fuente: Texto propio en base a diferentes consultas bibliográficas.
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