domingo, 3 de marzo de 2019

ANIMALES DE PODER... EL ESCARABAJO DORADO


  EL ESCARABAJO DE ORO 
EL RENACIMIENTO

Aunque bajo la denominación de escarabajo se aglutina la familia de los coleópteros (incluyendo las preciosas mariquitas), normalmente lo asociamos con el escarabajo común o escarabajo pelotero.

El escarabeo fue un amuleto de vida y poder, con forma de escarabajo pelotero (Scarabaeus saceregipcio), que representaba al Sol naciente, y era símbolo de la resurrección en la mitología egipcia.

Se le consideraba un símbolo solar, estaba vinculado con el dios Jepri, en forma de Ra como Sol naciente, la deidad que concedía la vida. Era el símbolo de la constante transformación de la existencia.

Los escarabajos peloteros construyen una bola de estiércol que van arrastrando de aquí para allá.
En la bola de estiércol que estos pequeños animales forman y arrastran, suelen depositar sus huevos. Los egipcios veían como los escarabajos enterraban dichas esferas y al poco tiempo, de ellas volvían a salir nuevas larvas de escarabajo. El ciclo de una vida sin fin quedaba, de esta manera, manifestado.
Esa bola les recordaba al Sol y su recorrido aparente en el cielo a lo largo del día. Como el Sol, con su energía y su calor, es el que permite en última instancia la existencia, los escarabajos eran muy valorados por los egipcios, quienes los portaban en adornos como símbolo de fertilidad y buena suerte.


El escarabajo fue uno de los más venerado, el más frecuente y familiarmente conocido de todos los símbolos egipcios, y era inmensamente valorado.

Los griegos, y los romanos después, recogieron una frase que se dice estaba grabada en los duros pilares que sostenían estos escarabajos sagrados en los templos egipcios: “Yo soy Kepher, el discípulo; cuando abra mis alas , resucitaré.”

Tiene un doble simbolismo:
Con las alas recogidas es el discípulo, la vida que aún no ha podido florecer, que comienza su andadura esforzándose por ir poco a poco estirando sus élitros hasta llegar a moverlos con rapidez y, entonces, esa masa pesada apegada a la arena, ese animal que se arrastraba dejando sus marcas como si fueran garras en el suelo, se levanta y vuela hacia el Sol siendo ahora Kepher, el símbolo del iniciado y del maestro, relacionado con Amón, el disco solar alado.

El significado de Kepher en la escritura jeroglífica es “llegar a ser”, o sea, hacerse, formar o construir de nuevo. Es, por tanto, un símbolo de resurrección, imagen del Sol que cada día renace de sí mismo. De ahí que en sus representaciones lleve una bola entre las patas delanteras que es, por un lado, la imagen de ese Sol que cada día se renueva y, por otro, la del discípulo que renace de su propia descomposición.

El escarabajo camina durante toda su vida pegado a la tierra y haciendo rodar una pesada bola de estiércol que encierra su propia descomposición, pero en la que ha depositado la semilla de su inmortalidad para poder, al final de su vida, desplegar sorpresivamente sus alas y elevarse hacia el Sol, seguro ya de cuál es su destino, pues ahora sabe que nació para volar.

En China tiene la misma interpretación: “El escarabajo, dice el Tratado de la Flor de Oro, hace rodar su bola, de donde nace la vida”. Las glosas taoístas hacen también de la actividad del escarabajo el ejemplo de la habilidad aparentemente inhábil, de la perfección aparentemente imperfecta de la que habla Lao Tse y que son los criterios de la Sabiduría.

En el Chilam Balam de los mayas, aparece como el lodo de la tierra, en el sentido material y moral, llamado a convertirse en la divinidad.

En vida proporcionaba protección contra el mal, visible o invisible, dando diariamente fuerza y poder. En la muerte, quien lo portaba adquiría la posibilidad de resucitar y poder alcanzar la vida eterna.
El escarabajo como tótem o animal espiritual les recordaba este mensaje.

Aunque sean animales tan pequeños, los escarabajos tienen importantes lecciones que enseñarnos.

También sabemos que al tocar un escarabajo éste se queda inmóvil, “haciéndose el muerto”. Se trata de una muerte fingida y aparente ante la existencia de peligro, no de un final real. Con esto entendemos que hay finales que en realidad no lo son, y que las apariencias, muchas veces engañan. También que hay ocasiones en las que es mejor esperar antes que actuar y tener la paciencia suficiente como para aguardar a que llegue el momento oportuno.

Este símbolo nos enseña que todos podemos renovarnos completamente. 

Que podemos crearnos a nosotros mismo como el Dios Egipcio Jepri con cabeza de Escarabajo.

Si está en tu tótem, no dejes de trabajar duro y desarrollar tu espiritualidad. 

En la constancia y el esfuerzo está la grandeza inmensa del Sol que te llevará a brillar en lo más alto algún día.

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