Fue un viernes 13 de octubre de 1307, cuando los Caballeros de la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo y del Templo de Salomón (Caballeros Templarios), fueron apresados y ajusticiados por orden del rey Felipe IV. El último de los templarios en caer fue Jacques de Molay, que murió en marzo de 1314 quemado vivo en una hoguera.
EL origen del Viernes 13 se remonta a la
Francia medieval, de hace más de 700 años.
En el año 1118, se fundó en el
país galo la Orden de los Pobres Compañeros de Cristo -también conocida como la
Orden del Temple– que tenía como principal objetivo proteger a los cristianos
que participaban en las Cruzadas hacia Tierra Santa. Se trataba de un grupo
militar que a diez años de haber iniciado el oficio recibió el apoyo de la
Iglesia Católica.
Durante casi 200 años, la
labor que hacían fue bien recibida y permitió que su fortuna fuera creciendo.
Pero cuando el rey Felipe IV de Francia – Felipe “el hermoso- llegó al trono,
la desconfianza surgió y los nobles comenzaron a ser perseguidos.
Según se explica, la monarquía
gala estaba muy endeudada con la orden debido al monto que los templarios
desembolsaron para pagar el rescate el abuelo de Felipe IV, el rey Luis IX de
Francia, quien decidió liderar la Séptima Cruzada hacia Egipto, y debido a los
errores tácticos que se tomaron en la misión, terminó cayendo prisionero.
Con el tiempo Felipe IV
convenció al papa Clemente V, que era muy cercano al pueblo galo, de que se
acusara de herejía, rituales obscenos e idolatría a los templarios. El VIERNES 13 de
octubre de 1307 la presión se hizo valer en el Pontífice y apoyó la detención
de los nobles miembros, quienes fueron obligados a confesar bajo tortura y condenados
a la hoguera. El juicio de los cerca de quince mil detenidos duró alrededor de
siete años.
Ese fue el caso del último
gran mestre Jaques de Molay, quien cuando ya estaba amarrado y previo a su
fallecimiento el 18 de marzo de 1314, maldijo a los acusadores de la Orden
y les deseó la muerte: “¡Pagarás por la
sangre de los inocentes, Felipe, rey blasfemo! ¡Y tú, Clemente, traidor a tu
Iglesia! ¡Dios vengará nuestra muerte, y ambos estaréis muertos antes de un año!”.
Lo cierto es que el Papa murió el 20 de abril de 1314 y Felipe el 29 de
noviembre de 1314 en un accidente de caza.
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